Pocos días antes de la caída del régimen de Bashar al Assad, cinco familias kurdas huyeron de Alepo hasta Raqqa, su segundo desplazamiento forzado en pocos años
Raqqa, Siria
En un colegio en la ciudad de Raqqa (norte de Siria, la ex capital del autoproclamado Estado Islámico) se unen cinco familias desplazadas, son kurdas, una minoría perseguida en el país por grupos islamistas apoyados por Turquía. Huyeron del norte de Alepo, días antes de la caída del régimen sirio de Bashar al Assad. De hecho, es la segunda vez en pocos años que lo dejan todo y empiezan una vida nueva en un lugar nuevo. Estas cinco familias son de la ciudad de Afrin, ocupada por Turquía y grupos islamistas de la oposición siria desde 2018, por lo que ya se vieron anteriormente obligadas a dejar su ciudad natal para establecerse en la zona de al-Shahba (norte de Alepo) y en Alepo ciudad.
El lugar es céntrico, nuevo, frío y sin vida. Sus ventanas no tienen cristales y las puertas no tienen cerraduras. Las salas son enormes, no se calientan ni con cinco estufas. Estas familias convirtieron una sala en un baño compartido. En el lugar no hay cocina salvo un foguero grande en medio de una sala. Estas familias sólo tienen con ellas lo más básico: una muda de ropa, unos colchones y mantas en un rincón de una sala. Los niños y niñas corren en los pasillos jugando al escondite, la mayoría tiene síntomas de gripe por las bajas temperaturas.
Más de 120.000 personas huyeron de Alepo en apenas tres días y se alojaron en la zona norte y este de Siria
En una de esas salas veo sentada a una mujer cortando unas patatas y tomates para cocinar un estofado. Se llama Afat, de 50 años. Está casada y vive en este lugar con su marido, su nuera y su único hijo. Sus ojeras cuentan cuántas veces ha llorado en estos últimos días. Habla mientras llora. “¿Por qué merecemos esto? ¿Qué hicimos? ¿Acaso no nos consideran humanos? ¿Cuántas veces más huiremos? Dejé Afrin en 2018. Huimos mientras bombardeaban la ciudad. Fuimos a Alepo. Era un lugar nuevo, pero estábamos cerca de Afrin. Respirábamos su aire. Ahora estamos demasiado lejos de casa”, cuenta Afat.
Después de la caída del régimen, civiles de Shahba huyeron de sus casas por la llegada de grupos armados apoyados por Turquía y Hayat Tahrir al-Sham (HTS, al-Nusra antes). Mientras la gente huía, y durante el camino hacia las zonas controladas por los kurdos al oeste del río Éufrates, estos grupos armados secuestraron a varias familias. Todavía no se sabe a dónde se las llevaron. “Temía ser secuestrada, torturada y violada. Las mujeres, en la guerra, siempre pagamos un precio extra por ser mujeres. Mi hija, que había huido del Líbano por el último conflicto en el país, está conmigo. Huyó de una guerra para ser desplazada en su país”, añade Afat. “Vi con mis ojos cómo secuestraron a una familia. Pobres, no pudieron huir. Nadie podía ayudar a los demás. Todos temíamos tener el mismo destino”, confirma Afat.
Leyla, de 22 años, es otra desplazada en este colegio. Está casada y tiene dos hijas. Huyó de Alepo y se encontró con Afat en el camino. “Soy de Afrin. Huí porque no confío en estos grupos islamistas, no había otra opción. Estoy aquí con mis dos hijas. Mi marido fue secuestrado hace 15 días, todavía no sé nada de él. Fueron los mismos grupos que llegaron a Alepo los que se lo llevaron” dice Leyla. “Nos morimos de frío aquí, como ves no tenemos nada. Mi hija mayor está enferma. No tengo dinero para llevarla al médico. No puede haber nada peor que esto”, añade Leyla.
Más de 120.000 personas huyeron de Alepo en apenas tres días y se alojaron en la zona norte y este de Siria, controlada por las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF, de mayoría kurda). La mayoría de estas personas sigue viviendo en colegios preparados por la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES). La AANES es una región de facto en el noreste de Siria durante los años de la guerra en el país y consiste en subregiones autónomas, además cuenta con sus fuerzas de todos los componentes religiosos y étnicos de la zona.
Zeinab, de 29 años, es madre de cuatro niños. Huyó con su familia de Alepo después de la entrada de grupos islamistas en la ciudad y llegó después de 48 horas de camino a Raqqa. Se instaló con su familia en una tienda de campaña en el estadio principal del municipio. Perdió a su bebé de cuatro meses en el primer día de su llegada a Raqqa. “No sabía que estaba muerto”, cuenta llorando. “Se llamaba Nuh. Era muy guapo y sano. En la tienda de campaña hacía mucho frío, su pequeño cuerpo no aguantó”, añade Zeinab. “Si hubiera sabido que le pasaría esto, me habría quedado en Alepo. Que destino más cruel”, dice.
A día de hoy, tras la caída del régimen sirio de Bashar al Assad, todas las familias que huyeron de la zona de Alepo siguen viviendo en colegios
“Solo mi hija mayor nació en mi ciudad, en Afrin, el resto nacieron mientras era desplazada. Ahora puedo decir que mientras la gente celebra la caída de al Assad, yo lloro a mi pequeño”, añade Zeinab. “Tengo miedo de huir de nuevo, no quiero perder a mis hijos ni a mi pareja”, cuenta.