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“Las maestras no podemos trabajar al margen de la vida política de un país”

25 de julio de 2024
Guadalupe Záyago Lira en una de las aulas de la escuela en Alpuyeca. | Cedida

Barcelona

Guadalupe Záyago Lira, nacida en la comunidad de Alpuyeca, Morelos (México), se describe a sí misma como mujer indígena, comunicadora comunitaria, defensora del territorio y maestra de la escuela primaria. Inició su activismo defendiendo los derechos ambientales de su comunidad y continuó luchando desde la pedagogía comunitaria tras fundar la escuela «Primaria 17 de abril de 1869», donde promueve todavía hoy una educación basada en la cultura y los saberes locales. 

En un contexto en el que el narcotráfico trata de hacerse con el control político del Estado, México ha vivido una escalada de la violencia en el período anterior a las elecciones del pasado 2 de junio, durante el cual Guadalupe recibió numerosas amenazas. Por eso nos encontramos con ella en Barcelona, desde donde da a conocer su activismo internacionalmente mientras descansa lejos de las amenazas en el marco del programa de acogida temporal de activistas de Taula per Mèxic.

Guadalupe nos habla de la pedagogía como política y como arma que puede conseguir cambios estructurales luchando desde lo cotidiano y lo local. Su trabajo es un ejemplo esperanzador de activismo comunitario que demuestra el poder de transformación de la lucha desde la esfera de los cuidados. 

¿Cómo empezaste a hacer activismo?

En mi pueblo, tuvimos una lucha por el cierre de un basurero cercano que llevaba más de 30 años recibiendo sin control basura hospitalaria, industrial y doméstica de cinco municipios. Aumentaron muchísimo las muertes por cáncer en la comunidad y, sin conocer de lixiviados, toxicidad ni nada, lo primero que pensamos fue que tal vez el basurero era la causa. Con esta hipótesis, le pedimos al gobierno que dejara de depositar basura ahí. 

Nos costó mucho esfuerzo, pero conseguimos el cierre. En ese proceso nos topamos con preguntas como “¿Dónde vamos a tirar la basura que incluso nosotros mismos generamos?» Entonces, desarrollamos todo un proyecto de basura cero en la comunidad. 

México ha vivido una escalada de la violencia en el período anterior a las elecciones del pasado 2 de junio

Es decir, que de una lucha concreta derivasteis hacia una cultura más amplia de organización comunitaria.

Sí, desarrollamos todo un proyecto de basura cero. Creamos una vajilla comunitaria que rotaba entre las casas para reducir el uso de desechables en las fiestas. También nos dedicamos a hacer composta en cada casa. Elaboramos un decálogo en asamblea comunitaria, y uno de los principios era que todo el mundo llevara bolsas y tuppers al mercado para evitar el uso de plásticos. Así nos dimos cuenta de que era posible reducir la basura.

¿Qué reacción tuvieron las administraciones ante esta organización comunitaria?

El gobierno local reaccionó con gran hostilidad. Querían traer una empresa minera y una planta de valorización de basura a nuestra zona y sabían que nuestra creciente organización política lo impediría. Por eso, su estrategia fue romper nuestro tejido social. Nos expropiaron la tierra y se la entregaron a Antorcha Campesina, un grupo paramilitar asociado al Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido en el poder por aquél entonces.

Resistimos a los paramilitares cerrando escuelas y el centro de salud para ellos. Al ver que no podían con nosotros, incorporaron al crimen organizado. Tomaron nuestras calles y las amenazas empezaron a multiplicarse. A partir de ahí ya fue mucho más difícil continuar con nuestra lucha tal como era antes. 

¿Recibiste amenazas personalmente? 

En la época de la lucha por el cierre del basurero, la Asamblea Comunitaria -nuestra máxima autoridad-, me había nombrado a mí para dirigir el movimiento. Así que fui una de las primeras en el punto de mira, recibí varias amenazas de muerte. Más adelante me despidieron como maestra. Gracias a la movilización de la comunidad, me restituyeron el empleo, pero me mandaron a fundar una nueva escuela. Ellos lo veían como un castigo, pero para mí fue una oportunidad.  

En este momento se cruzan tu carrera como activista con tu profesión como maestra. 

Sí. Yo ya venía haciendo cosas anteriormente, pero fue en el momento de fundar la escuela cuando empezamos a crear un proyecto educativo más fuerte.

"Nos expropiaron la tierra y se la entregaron a Antorcha Campesina, un grupo paramilitar asociado al Partido Revolucionario Institucional (PRI)"

Desde la llegada del crimen organizado, ya no podíamos aparecer organizando a la gente en el pueblo, era demasiado peligroso, así que dentro de la escuela empezamos a trabajar en proyectos para la comunidad: el huerto escolar y la composta escolar, y luchamos por el comedor y por nuevas aulas. Hacíamos demandas en nombre de los derechos de las infancias, pero en realidad, detrás estaba toda la organización de las mujeres de la comunidad.

La escuela se convirtió en un espacio de encuentro y organización, donde planeamos estrategias, discutimos necesidades y buscamos soluciones colectivas. No podíamos hacer asambleas comunitarias en el pueblo, pero sí podíamos hacer asambleas de padres y madres y asambleas escolares con las infancias. Son conceptos presentes en teorías pedagógicas, como la pedagogía de la liberación de Freire, Waldorf y Freinet, así que no nos podían decir nada. Y así transformamos la escuela en un proyecto político-pedagógico, donde las infancias y las familias participan en la toma de decisiones, reflejando la vida comunitaria y política de nuestra lucha.

Así que la pedagogía para ti también es política. 

La gestión del gobierno federal, que nos contrata como maestras, pretende que seamos trabajadoras simplemente encargadas de dar un servicio. Pero las maestras no podemos permanecer al margen de la vida política de un país.

Yo, como miembro de la misma comunidad Alpuyeca, donde trabajo, al interactuar en el día a día con los niños, las niñas y las madres de la comunidad, viendo el contraste entre sus vidas cotidianas en la calle y las reglas que impone la escuela pública, escuchando sus historias de violencia, secuestros y asesinatos, entendí que la educación no se puede ver sólo como un servicio, sino que es un derecho comunitario. Son esas experiencias cotidianas las que me enseñaron que el hecho educativo es eminentemente social y político. 

Guadalupe Záyago, maestra de primaria de la comunidad Alpuyeca, durante una de sus jornadas. | Cedida

Por eso, nosotras no pensamos en la escuela como un espacio aislado, sino como una comunidad. Una comunidad escolar está integrada por maestras, madres y padres, infancias, autoridades locales, autoridades educativas, las compañeras que apoyan con el aseo de la escuela y todos los miembros que interactúan en el ámbito educativo. Una comunidad escolar debe trabajar unida para abordar y transformar la realidad social en la que existe. 

Un ejemplo de esta permeabilidad entre escuela y comunidad es el proyecto de Tekuan Radio ¿verdad? 

Tekuan Radio se ha convertido en un espacio crucial para la organización y la resistencia en Alpuyeca. El crimen organizado tiene tomadas nuestras calles, pero no el aire. A través de la radio, podemos organizarnos, comunicarnos, compartir información y mantener unidas a las personas. Al ser la radio de la escuela, es más difícil que la identifiquen oficialmente como un espacio de organización política. Además, ofrece una actividad atractiva para los adolescentes y jóvenes y los mantiene alejados de las calles donde el crimen organizado busca siempre chicos solos para reclutarlos.

El proyecto de la escuela es un proyecto liderado por mujeres. ¿En qué sentido se podría decir que hay una lógica de género detrás de vuestro activismo?

El proyecto escolar se basa en nuestros valores comunitarios ancestrales y por lo tanto es esencialmente feminista. Históricamente, en nuestra comunidad originaria, hombres y mujeres compartían roles equitativos, pero la llegada de los colonizadores impuso una división rígida que relegó a las mujeres. En respuesta, hemos adoptado una visión feminista que reafirma la importancia de la colaboración y la igualdad, y que también enfrenta la violencia de género.

"El crimen organizado tiene tomadas nuestras calles, pero no el aire. A través de la radio, podemos organizarnos, comunicarnos, compartir información y mantener unidas a las personas"

Nuestra escuela se ha convertido en un espacio seguro y de apoyo para las madres de la comunidad que sufren violencia de género. Trabajamos para empoderar a las mujeres para, que se liberen de situaciones abusivas. También hemos observado mejoras significativas en el comportamiento de los niños al trabajar con sus madres, creando un entorno de cuidado y solidaridad. La lógica de género en nuestro activismo no solo promueve la igualdad y la colaboración, sino que también combate la violencia estructural, alineándose con nuestras tradiciones ancestrales de equidad y justicia. 

Y a nivel propiamente pedagógico, ¿también aplicasteis una perspectiva política al plan de estudios? 

Adaptamos el programa educativo a la realidad social de nuestra comunidad indígena mediante una pedagogía situada. Esto implica basarnos en lo que los niños ya traen consigo: una vida y una memoria histórica comunitaria. Nuestra comunidad ha vivido en lucha constante, desde la época colonial hasta la Revolución y más recientemente, por lo que hemos desarrollado una trayectoria de resistencia ancestral. Por eso trabajamos en la recuperación de los conocimientos ancestrales.

Tratamos de apegarnos al plan y programas oficiales, pero desde nuestra pedagogía situada. Por ejemplo, cuando el plan indicaba que las infancias debían escribir cartas, hacíamos que escribieran a referentes revolucionarios como Emiliano Zapata. También organizábamos actividades como ‘La historia cobra vida’, donde los niños y niñas representaban eventos históricos revolucionarios en la comunidad, involucrando a los habitantes. Estas actividades fortalecen la identidad y el sentido de pertenencia.

Además, ante el contexto de violencia que enfrentan, donde las infancias a menudo llegan a la escuela sin comer, con sueño debido a tiroteos, o afectados por la desaparición o asesinato de familiares, hemos tenido que adaptar nuestro enfoque. La educación se convierte en un proceso vivo, donde escuchamos y atendemos las necesidades emocionales y sociales de las infancias. 

A todo esto, estabais trabajando en el marco de una escuela pública. ¿Cómo reaccionaron las instituciones del sistema educativo nacional?

La política educativa que el Estado había venido implementando por más de 80 años obviamente no contemplaba las necesidades específicas de las comunidades ni la posibilidad de hacer pedagogía situada. Pero con la llegada del gobierno de la 4ª transformación de López Obrador, empezó a mejorar un poco la situación. Empezaron a trabajar para impulsar un nuevo modelo pedagógico que se llama La Nueva Escuela Mexicana que impulsa la recuperación de las comunidades escolares a partir de los conocimientos ancestrales, y valorar las lenguas originarias, que es un trabajo que nosotras ya veníamos haciendo desde la creación de nuestra escuela. A la par, desplegaron también una investigación por parte del Consejo Nacional de Humanidades Ciencias y Tecnologias (Conhacyt) en nuestra escuela para documentar nuestras prácticas pedagógicas cosa que nos legitimó muchísimo.

Esta política refleja un avance, pero sigue habiendo desafíos. Por ejemplo, no se ha resuelto la falta de recursos y organización comunitaria en muchas regiones. Sin la existencia de una comunidad local organizada, como la nuestra, es difícil que se haga realidad un proyecto como este.  

"Nuestra comunidad ha vivido en lucha constante, desde la época colonial hasta la Revolución y más recientemente, por lo que hemos desarrollado una trayectoria de resistencia ancestral"

¿Hay más esperanzas con el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum?

Creo que sí hay algo de esperanza pero no creo que vaya a impulsar un cambio por el hecho de ser Claudia Sheinbaum o por el hecho de ser mujer o ser feminista. Creo que se verá obligada avanzar en temas de políticas públicas que tengan impacto en la sociedad civil, en lo educativo, en salud, en apoyos al campo, porque si no perderá su electorado para 2030. Durante el gobierno de López Obrador la derecha ha asaltado mucho a Morena y el partido ha perdido la confianza de las bases, de los movimientos sociales. Y ahora están trabajando por recuperar esos apoyos. Por ejemplo la elección de la candidata para la Ciudad de México, Clara Brugada, que tiene muy buena fama entre las bases por toda su trayectoria, es claramente una estrategia en este sentido.

Y ahora, tras haber pasado unos meses en España haciendo activismo internacional, ¿qué aprendizajes te llevas?¿Qué planes de futuro tienes para la lucha de tu comunidad?

La experiencia en Barcelona me ha aportado una nueva perspectiva sobre mi rol como lideresa en mi comunidad. He aprendido que la mirada internacional y el apoyo externo pueden fortalecer la visión de nuestro proyecto. Antes veía al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) haciendo activismo internacional y no entendía bien qué valor tenía eso para nosotras a nivel local. Pero ahora he visto en mi propia piel que el apoyo que hemos recibido en Europa ha añadido una capa de protección y visibilidad a nuestro trabajo, también a escala local. La atención internacional ayuda a legitimar y asegurar la continuidad de nuestro proyecto, ofreciendo una barrera adicional contra la represión local.

También aunque la violencia seguirá, tengo claro que ahora la clave está en avanzar en una línea horizontal, caminando hombro con hombro. Al compartir la responsabilidad y no ponerme yo en el punto de mira, podemos enfrentar los desafíos con mayor fuerza. Y esa también es una manera de dejar espacio para la capacidad de mis compañeras, porque el proyecto sigue, ahora, mientras yo no estoy, y es la comunidad la que lo saca adelante. Las madres de la comunidad, por ejemplo, se han puesto a trabajar para trasladar el proyecto de la primaria a la secundaria. Mi meta es fortalecer esta línea horizontal para que las generaciones futuras encuentren un campo de vida y esperanza, en lugar de violencia y desolación.

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