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“La liberación palestina sin movimientos sociales es imposible”

26 de diciembre de 2022
Grafitis en el muro de la vergüenza, cerca del checkpoint de Belén | ÁLVARO MINGUITO

Las historias de Hanan Salman y Mohammad Blady están marcadas por múltiples luchas desde que tienen memoria. Los dos son de Tulkarem, una ciudad situada al noroeste de Cisjordania, Palestina, fronteriza con el muro construido por el estado de Israel que separa los territorios ocupados de los cisjordanos. Siempre vinculados a las luchas sociales, actualmente ella es la directora de la organización Palestinian Women Developing Center (PWDC); y él es el secretario general de la Nueva Federación Palestina de Sindicatos (The Palestine New Federation of Trade Unions).

El despacho de Hanan, en la sede de PWDC en Tulkarem, está repleto de libros, carpetas y archivadores llenos, y decoraciones que recuerdan que Palestina continúa resistiendo. Ella y Mohammad, su marido, trabajan juntos para garantizar los derechos de los trabajadores, y sobre todo, de las trabajadoras, en un contexto de ocupación.

Mohammad Blady y Hanan Salman en la sede de PWDC en Tulkarem | ANNA ENRECH

Luchas compartidas

“Mi padre murió cuando mi madre todavía estaba embarazada de mí, en 1967. Ella sola tuvo que salir adelante y mantener a toda la familia, éramos muy pobres”, empieza Mohammad. Explica que empezó a trabajar con sindicatos y comités de trabajadores desde muy joven, a principios de los 80. Colaboraba con la Organización Comunista Palestina, en comités de trabajadores voluntarios y en contra de la ocupación. “Haber vivido las injusticias que afectan a las mujeres trabajadoras desde tan pequeño me ha marcado mucho, y más en el contexto palestino. Sentía que encontraba mi identidad mientras trabajaba con los sindicatos”, sigue.

El padre de Hanan era pastor, y fue una de las primeras personas en formar sindicatos de trabajadores en Tulkarem. “Él me enseñó la importancia de luchar por nuestros derechos y por los derechos de quienes nos rodean, así que desde muy joven que participo de los movimientos políticos y sociales en Palestina. Primero fui miembro de la Unión de Estudiantes en la universidad, y también fui miembro del Comité de Mujeres para el Trabajo (Women’s Committee for Work) y de otros comités que trabajaban por los derechos de las mujeres y su participación en la sociedad”. Hanan estudió el bachillerato en Tulkarem, y después estudió Administración de Empresas en la Universidad de Nablus.

Se comprometieron en 1986, y tuvieron su primer hijo a principios de la Primera Intifada, en 1987, al poco de graduarse de la universidad. Participaban juntos como voluntarios en actividades en los campos de personas refugiadas de Palestina, y así es cómo se conocieron. Cuando empezó la Primera Intifada, Mohammad participaba con los jóvenes estudiantes de la época en los enfrentamientos contra la ocupación. A raíz de esto, estuvo hasta dos años en prisión. “Me quedé sola con nuestro primer hijo, que solo tenía 10 meses en aquel momento. Fue una época muy difícil para mí: no tenía ninguna ayuda económica y mi marido estaba en prisión. Tenía el apoyo de mi madre y de la madre de Mohammad, pero yo también quería manifestarme contra la ocupación”, explica Hanan. “Recuerdo especialmente un día que me uní a una protesta que pasaba por delante de nuestra vivienda. Acabó con enfrentamientos y disparos en frente de casa”.

Mohammad Blady en la sede de PWDC en Tulkarem, Cisjordania | ANNA ENRECH

Organizarse contra las violencias machistas

“Mientras Mohammad estaba en prisión, empecé a trabajar en la cafetería de una escuela. Preparaba falafel y bocadillos para el alumnado. Estos ingresos me ayudaron a salir adelante con la familia y nuestro hijo, y también para terminar de construir la casa donde teníamos que vivir con mi marido”, recuerda Hanan. Después de esto y todavía durante la Primera Intifada, siguió activamente vinculada a los comités de mujeres: trabajaban para garantizar una educación gratuita para los niños y acompañar a las mujeres que sufrían violencias machistas. “Todas las mujeres del mundo necesitamos luchar contra la violencia de género, luchar por la igualdad y por nuestros derechos”, denuncia.

En 2002 fue el año de inicio de la construcción del muro impuesto por el estado de Israel. Amnistía Internacional recoge que su construcción vulnera el derecho internacional, además de ser ilegal. Comportó la destrucción arbitraria de casas y propiedades palestinas, y contribuyó y contribuye a cometer graves violaciones de derechos humanos, como el derecho a una vivienda, a un trabajo y a una vida digna.

Con esto, un grupo de mujeres de Tulkarem y Qalqilya, entre las cuales estaba Hanan, formaron Women Against Wall, el primer movimiento de campaña en contra del impacto del muro y la repercusión que tenía sobre las mujeres. “Fuimos el primer movimiento de mujeres que apoyaba a las mujeres afectadas por la construcción del muro: los israelíes confiscaron todas las tierras fronterizas a éste, y las agricultoras, las que trabajaban la tierra, se quedaron sin nada. Vinieron a visitarnos organizaciones de mujeres de todo el mundo, como Women in Black”. Después de esto, también en 2002, decidieron formar Palestinian Women Developing Center (PWDC, Centro de Desarrollo de Mujeres Palestinas).

El principal objetivo de PWDC es empoderar a las mujeres en todos los ámbitos: político, económico y social, para que logren roles de liderazgo en sus entornos y en la sociedad. Desde hace 20 años que impulsan talleres y cursos de formación laborales para favorecer su independencia.

“Muchas de las mujeres han empezado sus propios proyectos, se han asociado y han formado cooperativas. Trabajamos con mujeres de Tulkarem, Qalqilya y de pueblos pequeños próximos bastante tradicionales. Queremos concienciarlas sobre sus derechos y la importancia de ejercerlos. Hemos cumplido muchos objetivos, y a raíz de los proyectos muchas mujeres se han empoderado y han cambiado sus roles en la sociedad. Pero todavía falta llegar a muchos más lugares y continuar trabajando para estar más presentes en todos los aspectos de la sociedad palestina”, explica Hanan. Destaca, también, que después de la pandemia del Covid-19 ha habido un aumento de violencias machistas contra las mujeres, y que hay que combatirlo. Actualmente, una de las entidades con las que trabajan es la Associació Catalana per la Pau, en proyectos centrados contra la violencia de género.

En el ámbito laboral, buscan erradicar la presión psicológica que reciben muchas mujeres que trabajan en sindicatos. Dada su trayectoria sindicalista, Mohammad asegura que las mujeres palestinas se enfrentan a muchos más problemas en el trabajo que los hombres, como en temas de acoso laboral. Hasta hace pocos años, a las mujeres solo se les permitía trabajar en el ámbito privado, dentro de casa. 

Un sindicalismo palestino con historia

“En 1920, un grupo de judíos que vinieron a Palestina fundaron el sindicato Histadrut. Luchaban por los derechos laborales y los derechos de los trabajadores. Cuando los árabes quisieron formar parte de este sindicato, los judíos israelíes que formaban parte de éste lo rechazaron. Con esto, los palestinos fundaron su primer sindicato en 1925, se llamó Arab Worker Society”, explica Mohammad. A pesar de este comienzo, remarca que ha tenido compañeros de militancia israelíes que también han luchado por la libertad de Palestina y los derechos (laborales) de su gente.

Más adelante, en 1947, destaca una huelga que tuvo mucha repercusión en todo el territorio. Explica que fue una huelga de trabajadores palestinos en solidaridad con los trabajadores de una refinería de petróleo de Irak, que estaban entonces en huelga, y ambas refinerías tenían relación. La huelga en Palestina se hizo en la refinería de petróleo de Haifa, actualmente en Israel, y la lideró la Liga de Liberación Nacional de Palestina, un partido comunista de entonces que trabajaba de la mano de los sindicatos.

Desde 1973 que el sindicato general de trabajadores de Palestina admitió a la Organización de Liberación de Palestina (OLP) entre sus fuerzas de apoyo. El año siguiente, la OLP, una coalición de movimientos políticos y paramilitares creada por el Consejo Nacional Palestino, fue declarada como la única representante legítima de Palestina en todo el mundo. “Fue durante una convención en Rabat. El sindicato general, que ya tenía relación con la OLP, ayudó a que se declarara como representante legal de Palestina”, asegura Mohammad.

También destaca dos huelgas de trabajadores en 2010, y que fueron muy exitosas: la primera duró un mes, y la segunda unos seis meses. Consiguieron establecer que el sueldo mínimo por día de los trabajadores fuera de 150 shekels (aproximadamente 40€). Pasados unos años de las huelgas y a consecuencia de conflictos internos dentro de los sindicatos, en 2013 se fundó otro sindicato: la Nueva Federación Palestina de Sindicatos (The Palestine New Federation of Trade Unions). Esta nueva unión la integran decenas de grupos repartidos en todo Cisjordania y miles de trabajadores, y es la que continúa activa en la actualidad. “Dentro del Nuevo Sindicato se ha creado un departamento específico que se ocupa de los derechos de las mujeres palestinas y trabajadoras. Queremos luchar por sus necesidades y acabar con las violencias por razón de género en los entornos laborales”, subraya Mohammad.

Parte del muro ilegal construido por el estado de Israel | ANNA ENRECH

Trabajar bajo la ocupación

“En el contexto palestino, la importancia de tener un sindicato no es solo por una cuestión de identidad contra la ocupación, sino también para luchar contra los patrones que se aprovechan de la gente trabajadora. Aquí, la mayoría de jefes son israelíes: la mayor parte de palestinos trabajan para judíos israelíes”, expresa Mohammad. En Cisjordania, alrededor del 30% de las personas trabajadoras no tienen garantizado un salario mínimo, y la mitad de este porcentaje son mujeres. “No podemos luchar en contra de esto si no contamos con la otra mitad de la sociedad: las mujeres. Necesitamos trabajar juntos para tener una sociedad más justa y conseguir nuestra liberación. Necesitamos que las mujeres también tengan todos los derechos garantizados, tanto sociales, como políticos y económicos”, añade.

Los dos lamentan, pero, que las condiciones laborales suelen ser siempre peores para las mujeres. “En nuestra sociedad hay muchos problemas que impiden a las mujeres tener un estatus laboral más alto. El patriarcado, el estatus familiar, la situación política, la violencia de género…”. Hanan añade que, en Palestina, las mujeres generalmente trabajan en todos los ámbitos laborales, excepto en los oficios que requieren de una condición física. Explica que los trabajos como la construcción, por ejemplo, están del todo masculinizados, y que no se ha dejado cabida a las mujeres.

El sindicato de Mohammad y PWDC, bajo la dirección de Hanan, trabajan juntos para revertir estas situaciones. Explican que ofrecen asesorías en temas de malas praxis en el ámbito laboral, abusos o discriminaciones por razón de género. “Queremos que dentro del sindicato las mujeres tengan un papel activo y de liderazgo. Hay cinco cargos de responsabilidad en la jerarquía de la Nueva Federación Sindical de Palestina: dos de estos cargos son mujeres, y el 90% de personas trabajadoras en la oficina del sindicato también lo son”.

Mohammad hace una valoración muy positiva del trabajo conjunto con PWDC hasta el momento, a pesar de las trabas constantes. “Creo que el trabajo que hemos hecho es exitoso. Hasta ahora hemos conseguido que se hagan muchas manifestaciones y hemos generado un impacto que ha hecho cambiar leyes en relación con los derechos de los trabajadores, y tenemos un papel activo en la sociedad, también en cuanto a los derechos de las mujeres. La liberación palestina sin movimientos sociales es imposible”. Aun así, Hanan añade que en los 70 y 80, las mujeres solían participar más activamente de la vida pública y de las manifestaciones. “Tenemos que conseguir reactivar su participación y colaborar todas para empoderarnos”.

“Tanto desde PWDC como desde el sindicato hemos visto de primera mano el impacto que tienen los talleres que ofrecemos, y cómo cambian las vidas de las mujeres que se pueden y quieren implicar. De momento solo hemos llegado a un número reducido de mujeres, y por eso tenemos que seguir, para llegar a más mujeres y más pueblos, y empoderarnos en todos los aspectos de la vida”, concluye Hanan.

Pieza publicada originalmente en El Salto

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